domingo, 24 de enero de 2016

El motor que me alimenta






Cuando alguien contacta conmigo en privado para darme su opinión sobre uno de mis libros, o lo comenta en mi muro, experimento un agradable cosquilleo y una inmensa satisfacción. Necesito de vez en cuando ese refuerzo positivo que me recuerde que vale la pena seguir intentándolo. Porque lo difícil no es escribir. Si eso es lo que te apasiona, encuentras la manera, el momento y el lugar. Lo difícil es abrirte camino y lograr que se te valore como mereces. Los autores que trabajan bajo la presión de una fecha de entrega, pero con la tranquilidad que debe de proporcionar saber que una editorial está esperando tu obra, no imaginan lo duro que es hacer doble jornada cada día: una en casa, escribiendo, y otra fuera, con la incertidumbre de qué pasará cuando acabes la nueva novela, esa a la que has dedicado tantas horas de tu tiempo y tantos días.





En más de una ocasión te entran ganas de tirarlo todo por la borda, pero no lo haces. No lo haces porque un impulso misterioso te insta a continuar. Y no lo haces, sobre todo, porque te vienen a la cabeza hermosas palabras que una lectora o lector te dedicó en aquella ocasión. Ese es tu verdadero motor.

«Empecé a leer Me separé, aunque le amaba demasiado, en el mes de mayo (bonito mes para cualquier cosa). En mis desplazamientos con transporte público me resulta del todo imprescindible llevar lectura de interés, ya que es la única justificación que le encuentro a la pérdida de tiempo que se produce en dichos traslados y cuya única solución sería teletransportarme, o dicho de otra manera desplazarme a distancia, sin necesidad de establecer contacto con el medio de transporte en cuestión. Pues como quiera que sea esto es solo misión futurible, decía antes, que mi compensación para no sentir la pérdida de ese bien tan preciado, muchas veces comparado con el oro, es leer. De alguna manera cuando leemos, en cualquier lugar que lo hagamos, también nos teletransportamos, pero aquí estaríamos hablando de la imaginación, y esta tiene el poder de llevarte donde ella quiera. Leyendo este libro de autoayuda he tenido la sensación de que hablase una hermana mayor, alguien que desde el conocimiento y la experiencia hace un verdadero tratado de psicología, sus páginas te van descubriendo la naturaleza del amor y las adicciones, a las que compara entre sí. Es verdad que el amor mal interpretado es una adicción, pero también es verdad que con este libro, el primero que escribió Mar Montilla, aunque segundo en editar, la autora realiza un acto de amor en sí mismo. No desvelaré demasiado si digo que está escrito en primera persona y que intercala un testimonio real sobre la convivencia con un adicto al juego, al que la protagonista ama por encima de todas las cosas, e intercala artículos sobre psicología social, psicopatologías, inteligencia emocional, y otros aspectos científicos, de modo que la experiencia vital de Susana, voz narradora, sufre un desdoblamiento cuando habla la psicóloga profesional, que lucha por llevar el timón. Me ha gustado mucho esta forma de contar una historia, que nada tiene que ver con una novela y mucho con el ensayo, género literario que interpreta y analiza con argumentos y opiniones acreditadas. No es nada sencillo organizar una historia a través de una idea concreta, para dar evidencias y conclusiones lógicas de lo que en este caso la protagonista sufre. Recomiendo su lectura porque el lector sentirá que participa, y entenderá por qué, cuando nos dejamos llevar por el corazón hay argumentos aplastantes para ello».
INMACULADA JIMÉNEZ GAMERO




«Me ha parecido un libro muy apropiado para todas aquellas personas (aunque está dirigido a mujeres) que se enredan en relaciones tóxicas e intentan "salvar" a la pareja, alguien que puede tener una adicción como la ludopatía o cualquier otra, sin darse cuenta de que ellas mismas se están hundiendo en ese proceso de salvar al otro en lugar de ocuparse de su propio bienestar. Quienes están pasando por ello pueden encontrar un poco de luz dentro de ese laberinto. Algo que me ha llamado la atención es que en la historia que explica se entiende que se puede maltratar a alguien sin proponérselo (psicológicamente), de modo inconsciente, y sin que la persona maltratada se entere de nada. El maltrato tiene muchas caras.
Las personas que se encuentran en esta problemática se sentirán comprendidas, y me parece que eso ya es mucho. La autora habla desde su propia experiencia y, además, es psicóloga. Y lo hace con un lenguaje muy cercano y asequible para todos».
MARÍA SALAS





«Hola Mar,
La mañana del 30 de diciembre de 2015 empecé la lectura de Me separé, aunque le amaba demasiado. Relajada. En la casa del pueblo de mi padre, junto a la chimenea. Sentada en el sillón del que años atrás mi abuelo ocupaba en las largas horas de reuniones familiares. Y así, atizando el fuego, oliendo a leña y disfrutando de algún que otro Ferrero Rocher (lo confieso, fueron unos cuantos... son mi perdición por estas fechas), acabé el libro ya entrado el atardecer del mismo día.
No pude dividirme la lectura, que tanto me gusta hacer para alargar los libros que me entretienen, porque la historia de Susana me resonaba de una manera especial. Quizás porque desde el primer episodio, "Un cuento de hadas", parecía que la historia se hubiese personificado, y una amiga, llamada Susana, me estuviese contando su relato, allí... a mi lado, las dos calentándonos junto al fuego. Y yo, como haría toda amiga, la escuchase atentamente, intentando comprender su dolor y sufrimiento, y acompañándola en todo momento, y sin poder evitar que se me pusiese la piel de gallina al comprobar que algunos de los hechos de la vida que me estaba contando mi amiga, los reconocía! Sería esto posible? Sería posible que Susana estuviese sacando a la luz aquello que yo guardaba solo para mí? "Automatismo", el episodio de "Confianza rota", "No es amor... es obsesión" (esta se me formulaba como pregunta), "lo machaqué demasiado", "quizás me había equivocado de carrera y de profesión", "me autoengañaba"... en fin, millones de palabras retumbaban en mi cabeza al escuchar a Susana. Sí, era posible.
Una delicia de descubrimiento personal. Ejemplo de superación de una relación de dependencia y de una relación tóxica, en ambos sentidos. Por último, unas observaciones de lectora de tus dos libros publicados y seguidora enganchada (permíteme la broma... se le puede llamar adicción? Jajaja!) a tus posts en las redes sociales, y que me encantaría compartir contigo.
En "No es oro todo lo que reluce" es tan auténtico lo que describes y tan real que saboreo ese café con leche contemplando la vida pasar a través de la cristalera de aquel bar en el que Susana se iba cada lunes después de trabajar mientras esperaba a su amado David.
He sufrido leyendo "Aprender a vivir sin él... terriblemente... entendía a Susana pero en mi cabeza solo podía gritarle: Aléjate de él!... qué sencillo suena decirlo, y qué lejano queda cuando es otro el que lo dice.
Finalmente me ha cautivado, fascinado! el último episodio del libro, "Borrón y cuenta nueva". Para mí, una magnífica serie de buenas prácticas para salir de una relación tóxica de cualquier tipo, y cómo la terapia se debe ver como una guía de aprendizaje y no como algo insano o inapropiado.
ENHORABUENA! Y qué gusto que te hayas rencontrado con una de tus pasiones: escribir. Así, nosotr@s seguiremos disfrutándote!
Tengo pendiente mi reseña de Pasión en Marrakech. Pero te cuento que todo lo que me provocó ha sido tal estampida de sensaciones (espero poder contártelas algún día) que necesito una segunda lectura para apaciguarlas y centrarme en el libro únicamente.
No me quiero despedir sin antes desearte UN FELIZ AÑO!!!!! Te lo deseo de todo corazón, y deseo que Los ojos de Saïd vea la luz bien pronto!
Se despide una exploradora de ese enigma llamado amor
(jajajjajaja!)
Besos.
Christina».
CHRISTINA PARDO

A Christina, a María, a Inmaculada... y a esos lectores que tal vez no lo expresen con tanta intensidad, pero están ahí, siguiendo mis pasos, transmitiéndome cariño, prestándome su apoyo incondicional: GRACIAS. 
Porque el motor que me alimenta sois vosotros.








¿Escritora en crisis?

Estoy en crisis, me digo a mí misma. ¿Por qué? Me pregunto, iniciando una especie de monólogo interno absurdo. Porque aún no he empezado la ...