Faltan apenas diez días para que se publique Pasión en Marrakech y la espera se me
está haciendo interminable. El corazón me late con fuerza al imaginar mi libro
expuesto en las estanterías de las librerías. Es un momento muy deseado, algo
con lo que he soñado durante años. Poca gente se hace una idea aproximada de la
cantidad de horas de trabajo e ilusión que el escritor invierte en la
elaboración de su obra. Para mí, lo que sucederá el 7 de octubre es la
culminación de algo, pero también el inicio. Hasta donde me alcanza la memoria,
me recuerdo a mí misma con una libreta en una mano y un bolígrafo en la otra.
Escribir ha sido siempre el modo más natural de expresarme. La palabra escrita
me da libertad, me otorga paz, me permite volar muy lejos. Cuando escribo,
penetro en un mundo paralelo en el que los límites los pongo yo, si es que los
pongo, porque cuando se le da rienda suelta a la imaginación, no existen fronteras.
Es similar al placer de la lectura, con la diferencia de que la escritura te
proporciona el poder de darle a esa historia que te ronda por la cabeza, el
rumbo que se te antoje. Guardo en un cajón unos ochenta cuadernos manuscritos.
En ellos he vertido mi vida entera. Están repletos de vivencias, emociones,
principios, ideales, historias propias y ajenas... Durante mucho tiempo, esa
obsesión fue algo íntimo, privado, como un inagotable monólogo que fluía de
mi interior a través de la pluma y se transformaba en palabras escritas. No
empecé a usar ordenador hasta hace poco más de diez años, cuando se me ocurrió
darle forma a lo que se convirtió en mi primer libro, un manual de autoayuda: Me separé, aunque le amaba demasiado (2004).
Años más tarde nació mi primera novela: Los
ojos de Saïd (2010). Y como ya sabéis, porque lo he repetido hasta la saciedad, Pasión
en Marrakech (2012) es mi tercer libro, mi segunda novela y la primera de
mis obras que ve (¡al fin!) la luz.
Compaginar todo esto con mi cotidianidad, no ha resultado
tarea fácil. Mi lucha para hacerle un hueco a la escritura es diaria. Tengo un
hijo, un marido, una casa, un trabajo... He reducido mi jornada laboral todo lo
que mis ingresos me han permitido, y pienso seguir haciéndolo, en la medida que
me sea posible. Y siempre quiero más. Nunca es suficiente. Mientras escribía mi
primera novela, Los ojos de Saïd,
ya se forjó en mi mente la idea de la siguiente. Así funciono. Tomé nota del
resumen de lo que será el argumento y hasta le puse título. Después de un maravilloso viaje
a Marruecos, tuve otra inspiración y dejé aparcada la idea anterior para dar paso
a Pasión en Marrakech. Bullía con
furia en mi interior, y se abrió camino hacia el exterior sin dificultad,
aunque con sucesivas versiones que se iban solapando una sobre otra, luchando
cada cual por ser la elegida, eso sí. La otra idea no la he descartado, ni
mucho menos, es un proyecto en el que he depositado grandes expectativas y que
no iniciaré hasta que me sienta del todo preparada. Y ahora mismo mi alma
entera, mi íntegra atención y mi absoluta dedicación están volcadas en Pasión en Marrakech y en todo lo que
rodea a su inminente publicación. Que será, no lo olvidéis, el 7 de octubre de
2013, de la mano de Ediciones Tombooktu.