Una reflexión que me hago a menudo y seguro que como yo, muchos otros escritores, es por qué le cuesta tanto al mundo entender que escribir es un oficio como otro cualquiera. Imagino que se aferran al argumento de que escribimos porque nos gusta, y es verdad, no creo que nadie lo haga por obligación. Pero también al actor le apasiona estar frente a las cámaras, del mismo modo que el pintor se embelesa ante sus lienzos y el bailarín entra en trance sobre un escenario. Son profesiones artísticas, sí, pero profesiones, al fin y al cabo, actividades que ocupan numerosas horas de nuestro tiempo y dedicación.
Por si esto no fuera
suficiente, por lo visto España es uno de los países en los que más se piratea,
y lo peor de todo es que ¡ni siquiera nos avergonzamos de ello! En otros países
europeos se piratea mucho menos y con cierto pudor. En España se hace de forma
abierta, con regodeo, premeditación y alevosía. ¡Y eso sí que me indigna! El
mecánico cobra por sus reparaciones; el quiosquero cobra por los diarios y
revistas que vende; la panadera cobra por la barra de pan que le compras; el
abogado cobra —a precio de oro— hasta por una simple consulta. A ninguna
persona honrada se le ocurriría llevarse corriendo el coche del taller sin
pagar la reparación; coger una revista y largarse sin abonar su importe; hurtar
un panecillo y desaparecer sin más; o negarle al respetable abogado sus
honorarios. ¿Verdad? Sin embargo,
parece del todo lícito descargarse libros gratis, y por lo visto el que lo
hace no tiene ni idea de que es ilegal y está cometiendo un delito. O
debe de ser que soy yo la ingenua que prefiere pensar que el que roba de
una forma tan descarada no es que lo haga con mala fe, sino por ignorancia, sin
detenerse a tomar conciencia del daño que nos hace a los que tenemos este
sufrido y poco respetado oficio de escritor.
La lista de obstáculos se hace interminable. Hace falta mucha paciencia, constancia y devoción para seguir adelante sin perder el entusiasmo. Por fortuna, dispongo de esas características. ¡Prepárate, mundo! Porque no pienso darme por vencida. Voy a seguir escribiendo y publicando, escribiendo y publicando... Hasta hacerme un hueco en la historia de la literatura y poder decir con la boca muy grande y la cabeza muy alta: «Soy escritora. Ese es el digno oficio con el que me gano la vida».