domingo, 25 de noviembre de 2012

Mil y una noches





Mirarte a los ojos
es perderse en la profundidad
del océano
en medio de la noche,
y aun así, sentirse a salvo.
Sumergirse en un volcán
y no abrasarse.
Lanzarse a un abismo sin fin
y no estrellarse,
porque tú eres el paracaídas.
Tener la absoluta certeza de que,
aunque tus pupilas de azabache
atraviesen mi corazón,
no moriré.
Y si muero, será de amor.
Caminan descalzos mis pies
sobre el desierto
de tu anatomía entera,
dejando mil huellas
en tu piel de arena.
Busco anhelante un oasis,
lo encuentro en tus labios de miel.
Absorbo uno a uno
tus húmedos besos,
y cuanto más bebo
más sedienta estoy de ellos.
Acostada en mi lecho,
percibo el calor de tu cuerpo
adherido a mi espalda,
caliente, intenso,
como un soplo de viento
procedente del Sáhara.
Tu voz, dulzura infinita,
me susurra al oído
palabras en árabe que no entiendo,
aunque capto su sentido,
su armonía, su ternura,
su capacidad
para inundarme de paz,
su poder para transportarme
a un lejano lugar
del que tú me hablas
y al que deseo ir contigo.
Blanco y azul,
casas y mar,
casi puedo oler la sal.
Pasaré contigo mil y una noches,
dijiste,
bajo una hermosa luna llena
y la cómplice sonrisa
de un millón de estrellas.
¡Yo quiero más!
Mi bello príncipe de ojos egipcios,
mi habibi,
déjame ser tu Shahrazad.
Quédate conmigo para siempre
en una eterna sucesión de
cuentos de mil y una noches
con sus mil y un días correspondientes.



4 comentarios:

  1. Gracias Lola! Está escrito con el corazón.
    Un beso.

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  2. Sensualidad a flor de piel. Además me ha recordado a uno que yo escribí cuando estuve en Túnez...te lo voy a pasar. Un beso Mar

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